Enviado: jueves, 25 de octubre de 2007 23:37:53
Hola mama, espero que estes bien, te extraño mama, mucho, a ti y a mi hermano, no sabes cuanto me duele que no quieras hablarme, y que no quieras que hable con mi hermanito. Quisiera conversar contigo mama, de verdad, solo te queria decir eso mama, espero que te este yendo bien con todos en la casa, saludos a todos mama, te amo, y te extraño, y a ti y a mi hermanito, cuidalo mucho por favor, cuidalo mucho, y todas las noches dile cuanto lo amo, cuidate mucho mama.
adios.
Por eso dicen que el pasado se tiene que quedar en el pasado. Porque los recuerdos suelen transportarte a épocas nostálgicas. Épocas dulces, épocas agrias. Y esa fue una de las épocas más agrias que saboreé en mi vida.
Último bimestre del 2007, donde la relación madre-hija, que teníamos, estaba terminando por destruirse desde hacía cinco años, de pequeñas peleas que habían comenzado a partir de sus inestables relaciones amorosas, y decisiones erróneas.
Su carácter explosivo, inmaduro, había hecho que el mío cambiara. De la niña introvertida, que solía obedecerla sin porqués, seguir sus palabras, sin criticar cada uno de sus pasos pasé a ser la madre. Y fue el mismo día en que aprendí a pensar por mi misma, y me di cuenta que sus errores no solo la lastimaban, sino que también me lastimaban.
Y en ese momento todo cambió. Comencé a criticar cada uno de sus errores, porque la amaba, porque necesitaba que aprendiera algo de lo que la vida le enseñaba. Y porque no me gustaba verla rendida ante la depresión, convirtiéndome así en las risas que ella necesitaba, pasando mi tristeza a segundo plano.
Aprendí a sonreír sin sentirlo. Aprendí a reír, cuando quería llorar. Aprendí a ser mala persona, cuando era necesario, y aprendí que nunca debes dejarte llevar por el corazón.
Aprendí a ser su mamá. Y el problema era que mi edad de doce años, no era para la responsabilidad de una mamá de 32. Yo aún era una niña, que necesitaba a una mamá. No una amiga, no una hija, no una hermana. Yo la necesitaba, pero con ella sólo obtenía peleas, gritos.
Y desde sexto grado de primaria, la idea de irme a vivir con mi papá, surgió. Me tomó mucho tiempo, valor, y valentía, abandonar mi hogar tres años después. Tiempo porque la idea de dejar de ver a mi mamá, y hermano, era dolorosa. Valentía porque sabía que a ella le doldría aún más, y valor porque tendría que aceptar como consecuencia primoriosa que no sería bienvenida en un buen tiempo en la que había sido mi casa.
Fueron tres meses grises, donde aprendí a no dormir. Y sólo un par de personas saben realmente qué pasó, saben aquella parte de la historia que no me gusta contar porque trae recuerdos que aún me dan escalofríos.
Ahora el tiempo ha pasado, y superamos aquella separación, la veo los fines de semana, y poco a poco hemos reconstruido las torres gemelas que éramos. Aún nos falta, sin embargo estamos intentando ir por un buen camino.
Aunque se que hoy, no hay buenas noticias para ella.
Somos las chicas inseparables bonitas, en busca de un amor.
¿Encuentras la ironía en lo que solía ser nuestra canción?