Era una persona normal.
No llamaba la atención por su atractivo, ni por irse, en ese aspecto, al negativo. Sin embargo, había algo raro en él que te hacía mirarlo sin saber por qué.
Sí, él era una persona normal, sin embargo lo raro en él, no fue que subió al micro a vender con una historia de lástima y pretensión, tampoco adaptó su vida al testimonio del ex-convicto. Él era una persona normal que subía a vender, y lo raro era que ni siquiera sabía cómo. Era una persona sin historia repetida, un ser sin ganas de dar compasión.
Un expositor no preparado.
Y yo parecía ser la única -probablemente porque estaba sentada al frente suyo y porque tengo un afán en analizar a las personas, indescriptible- que le prestaba atención. Respiró un par de veces antes de comenzar, movió su mochila y sacó una barra energética. Alzó la voz un poco, pero todos seguían en su propio mundo, nadie lo escuchaba, y él no sabía como reaccionar. Parecía querer llorar, parecía querer bajarse e irse. Y yo lo seguía mirando, escuchando atenta cada palabra interrumpida en el acto por su incómodo silencio.
Yo era su más ferviente oyente en un mundo de indiferencia total. Y pareció darse cuenta, porque en un momento a otro me miró y sonrío. Agradeció por escucharlo y dijo que tenía una mirada muy alegre. Yo sonreí, y él me ofreció la barra energética.
Yo no tenía ni un sol. Literalmente. Le dije y el me escuchó y sonrío, dijo que mi respuesta le bastaba como pago. Que no necesitaba más.
Y se fue a recorrer el micro, ganándose con miradas indiferentes, otras de molestia, y alguna que parecía querer hacerlo sentir inferior.
Recorrió de extremo a extremo y no vendió ni una barra.
Yo me entristecí, al punto en que después que bajó, y vi su mirada de tristeza y anhelo de superación, quise llorar. (Probablemente porque estoy en esos días donde lloro porque veo una paloma pasar) Sin embargo, quise llorar y sentí una décima parte de lo que él sintió: decepción.
Decepción de un mundo que pudiendo, te ve caer y no te alza la mano para levantarte. Decepción de un mundo que reacciona si tienes un record interesante.
Yo sentí esa decepción y ahora que me acuerdo de aquel tipo, me entra la tristeza, por él, y por haber descubierto que el mundo quizás es más agrio que dulce.