Estoy enamorada de hogar de vida.
No es que sea un lugar cinco estrellas, por el contrario...sin embargo, los niños chiquitos, los no tan chiquitos, todos han tocado mi corazón de una manera en la que nadie hasta el día de ayer, había tocado.
Llegué a las ocho de la mañana, cuando la mayoría tomaba desayuno y muchos estaban huyendo del quaker. Una chica de no más de trece años me había abierto la puerta, y debo admitir que mi panza era un manojo de nervios, pero todo desvaneció en cuanto me senté y una pequeña de siete años se acercó a mi con un cuaderno en mano.
Me llamo A. ¿Me ayudas con mi tarea?
Le sonreí, saqué un lapicero de mi maleta (Sí, la más precavida) y abrí su cuaderno.
Después, llegaron otros dos niños de 8 o 9 años aproximadamente, y en un abrir y cerrar de ojos todos los niños grandes y pequeños terminaron a mi alrededor, sonriéndome, preguntando mi nombre, si podía ayudarlos con su tarea o mejor aún, jugar con ellos.
Y su alegría, su viveza, su ternura, su inocencia todo, me emocionaron tanto que sumado al pequeño detalle de estar en esos días, tuve unas inmensas ganas de llorar.
Lo sé, soy una sentimental.
En fin, hicimos de todo un poco. Los ayudé en sus tareas, jugamos mucho, y con las mayores hablamos de la vida. Porque a pesar de llevar la mortalidad en sus venas, ellas siguen pasando lo que cualquier chica de 13 o 15 años pasa: Ese querer verse bien que por primera vez invade sus cabezas, el enamorarse y las ganas locas de vivir la vida.
Hablamos de eso y de as hormonas en descontrol, con las que ellas deben de tener el doble de control. Sí, hablamos de todo.
Y el tiempo pasó volando.
Antes de irme me pidieron mi número, y yo se los di.
Llámenme cuando quieran, cuando me necesiten y yo aquí estaré. Me sonrieron.
Esta bien, señorita. Nos vemos pronto, ¿Si?
Por supuesto.
Y mientras salía por la puerta de Hogar de vida, vi 14 miradas hacia a mi y quise volver a llorar. Ellos eran niños, comunes y silvestres, lo único que los diferenciaba, diferencia, del resto, es que son positivos, y que tarde o temprano ese maldito virus se activará en sus cuerpos y limitará sus vidas a un lapsus corto de tiempo.
Sin embargo mientras yo pueda, les daré toda la alegría que sean capaces de recibir, jugaré con ellos y les enseñaré todo de lo poco que sé. Quizás no pueda hacer mucho a la larga, pero espero que yo pueda hacer un cambio en sus vidas.
Y que día a día encuentren más motivos para vivirla al máximo.
Nos vemos el lunes, Hogar de Vida, gracias por hacerme tan feliz.