Pasado, eso ha invadido mi presente.
Por los recuerdos.
¿Y qué me llevó a recordar? Extrañar, con la nostalgia presente en primera fila.
Supongo que eso pasa, cuando por primera vez en tu vida, llega la etapa escolar y tú ya no eres el protagonista de las eternas compras de útiles, de las largas horas probando uniformes. Ahora sólo eres uno de esos tantos espectadores que andan por la calle mirando con melancolía lo que alguna vez fue parte de su vida.
Ahora eres uno de esos tantos, que sólo les queda recordar. Pero así es, oficialmente se acabaron los días escolares. Se acabaron las payasadas en salones. Se acabaron las peleas matutinas, y las risas espontáneas. Las clases, los profesores...después de cinco años, se acabó la secundaria.
Después de once años, se acabó la etapa de colegial.
Y de ser hoy como uno de esos tantos años pasados, no podría cerrar el ojo en toda la noche, inventando un primer día de clases inolvidable, comenzando un año lleno de expectativas, pero no. Mañana primero de marzo, será el primer, primer día de clases al que no asistiré. Y esta será la primera noche previa, en la que si dormiré.
El tiempo pasa, las cosas cambian, pero si hay algo que siempre quedará en mi, son todos los maravillosos recuerdos que cada pasillo del América me trajo. Ahí aprendí, ahí viví, y no me arrepiento de haberme equivocado, no me arrepiento de haber tropezado, porque eso me enseñó a caer, y a levantarme en el mismo instante.
Y podría enumerar todo lo que aprendí al margen de números y letras, pero la lista sería eterna.
Este no es uno de esos tantos años, es un año diferente. Es el comienzo de una nueva década, el comienzo de una nueva era. Sin embargo, nunca olvidaré aquella de once años que me capturó y encantó desde el ocho de marzo de 1999 hasta diciembre del 2009.
Hasta el presente.
Y por hoy yo sólo quiero recordar cada momento donde una blusa mal puesta, y zapatos de niño me acompañaron.