No esperé verlos, pero en cuanto mi mirada se cruzó con aquella escena extraída de película de amor, te pensé.
Te pensé porque supe que ella pude haber sido yo. Te pensé porque supe que él pudiste haber sido tú. Y te pensé porque ambos pudimos haber sido ser ellos; acurrucados bajo las estrellas de una blanca noche limeña, comunicándonos como solo los besos pueden comunicarse y queriéndonos como nadie aún lo hace.
Volví a mirarlos, y en un segundo quise hacer y ser esa escena. En un segundo te quería de vuelta, te necesitaba de vuelta... tanto o más que un mitómano sus mentiras. Te quería ahí. En un segundo te necesitaba ahí, junto a mí.
En ese mismo segundo, te sentí.
Y al otro, de nuevo, te dejé ir.
Al otro segundo, en media noche tras una tormenta de emociones y inestabilidades que parecía no acabar, salió mi sol. Mostrándome que el amor está en algún lugar del planeta tierra esperando por mi. Mostrándome que- aún cuando te quise...y cómo te quise!- tú no eras para mi, ni yo para tí.
Al otro segundo yo lo comprendí.
Comprendí que el amor es algo más allá que el vuelo efímero de un par de mariposas. El amor es magia. Y la magia nunca se acaba e inclusive, para las personas inestables como yo, la magia es eterna.
Lamentablemente, mi magia hacia tí, tenía fecha de caducidad y yo lo había entendido.
Tú no merecías cariño, tú merecías amor. Tú aún mereces amor. De ese que te da cosquillas por todo el cuerpo cuando ves al otro, de ese que te hace sonreír, soñar, vivir...escribir. Sentir.
Comprendí que el amor es algo más allá que el vuelo efímero de un par de mariposas. El amor es magia. Y la magia nunca se acaba e inclusive, para las personas inestables como yo, la magia es eterna.
Lamentablemente, mi magia hacia tí, tenía fecha de caducidad y yo lo había entendido.
Tú no merecías cariño, tú merecías amor. Tú aún mereces amor. De ese que te da cosquillas por todo el cuerpo cuando ves al otro, de ese que te hace sonreír, soñar, vivir...escribir. Sentir.
Tú mereces ese amor y yo por mucho que te quería, no te lo podía dar.
Porque aún cuando eras tú, simplemente no eras tú.
Porque aún cuando eras tú, simplemente no eras tú.
Y antes que se extinguiese ese segundo, yo lo había comprendido.
Así que, aunque nunca leas mis palabras, sólo quiero decirte que nunca dudes que te quise y que aún lo hago. Así ya no estés en mi vida, así yo no visite la tuya, así me odies... yo te quiero, sin embargo no eramos el uno para el otro. Porque un príncipe como tú y esta loca que juega a ser Cenicienta, no nacieron para el mismo cuento ni para el mismo amor.
Un soplo de viento rozó mis mejillas y sonreí. Miré una última vez aquella escena de amor, y me fui. Vaciando a mi paso, la botella de vino que compré para brindar en honor a la nostalgia, de aquello que pudimos, pero nunca tuvimos.
Adiós, tormenta de nostalgia.
Hola, sol de amor.